Buscamos gestar un estilo de convivencia a partir del reconocimiento del alumno, el docente y los padres como personas, con sus riquezas, sus limitaciones y sus circunstancias. Este reconocimiento genera un “clima o ambiente educativo” que supone criterios, pautas y gestos que hacen posible el encuentro. Identificamos la escuela como una “red o entramado de relaciones” en el que la convivencia se expresa fundamentalmente a través del estilo de comunicación y del trato.
El Estilo de Convivencia excede la normativa y a la vez la supone. Hace referencia al respeto mutuo, los límites, los deberes y derechos de cada miembro de la comunidad, las responsabilidades, el modo de comunicación y de trato.
Supone, además, la formación de la voluntad como medio para alcanzar metas u objetivos pero también un sano dominio de sí que permite la convivencia armónica y productiva.
En el proceso formativo es importante reconocer progresivamente las posibilidades y los límites propios de la persona y de cada uno en particular. Será fundamental la explicitación y reconocimiento de pautas de convivencia y el establecimiento de límites de manera oportuna, respetuosa y saludable.
El respeto del Reglamento de convivencia será responsabilidad del alumno, pero hacerlo respetar es responsabilidad de los adultos (padres, docentes y directivos).
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